EJECUTAR PARA EL EXITO

Espacios dignos para la educación

16 de Septiembre de 2021

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Marcella Pérez ha visitado más de 30 municipios en el último año. Empezó su recorrido en el Huila por Iquira, Nataga, San Agustín, Neiva, La Plata, Tesalia y La Argentina. En Putumayo llegó hasta Villa Garzón y en Bolívar recorrió la isla de Tierra Bomba.

 

Caminó por Tierra Alta y Chima en Córdoba, y en Cundinamarca visitó Fómeque, Quetame, Villeta, San Antonio del Tequendama y Soacha. Siguió largos trayectos en diversos municipios y corregimientos de Caldas, Risaralda, Caquetá, Cesar, Boyacá y La Guajira.

 

Allí, en la alta Guajira, la encontró esta historia, en pleno desierto de Uribia cuando se desplazaba a alguna de las 41 sedes educativas de la región, en las que Findeter trabaja para mejorar su infraestructura. 

 

Marcella es ingeniera y supervisora de obras en la entidad, visita centros de desarrollo infantil y escuelas indígenas, rurales y de frontera para levantar un diagnóstico de sus necesidades y prioridades, hacer las mediciones correspondientes, dibujar el esquema de la infraestructura que existe, realizar el levantamiento topográfico y reunirse con las comunidades para socializar los trabajos que el equipo, conformado por contratistas, interventores y trabajadores de la región, adelantan.

 

Pueblos indígenas en La Guajira Comunidad Seymini La Guajira

 

“Nuestro recorrido empieza en los pueblos y de allí nos desplazamos a todas las veredas de la región. Podemos gastar hasta dos horas llegando a cada una para visitar las sedes educativas, que muchas veces son más de una. En el caso del Putumayo, por ejemplo, te encuentras con hasta los 20 colegios”, explica.

 

Con la iniciativa del Ministerio de Educación, a más de 650 sedes educativas de todo el país se les ha hecho algún tipo de mejora. Se ponen cubiertas, muros, pisos y baterías sanitarias; se pintan paredes y se habilitan viejos salones, algunos construidos en adobe (elaborado a base de barro y arcilla). También se entregan como nuevos, comedores y aulas especiales para bibliotecas, laboratorios y otras actividades. Usualmente, las beneficiarias son instituciones  que han permanecido durante décadas sin ningún tipo de mantenimiento.

 

“Cuando un aula está muy deteriorada, habilitamos una nueva en otro espacio. Cada sede tiene necesidades diferentes, en algunas no hay baños y los niños tienen que ir al monte bajo alguna enramada cuando lo necesitan, en esos casos traemos baterías sanitarias y tanques para construirles uno”, relata Marcella, quien no deja de sorprenderse con el alcance social que tiene su trabajo.

 

“Nuestro objetivo es dignificar espacios de aprendizaje que se encuentran en condiciones de precariedad. Ver que un niño pasa de sentarse en una banquita de palo a un salón, es muy gratificante. Los niños nos dicen que están muy contentos porque no sufren tanto calor, porque ven su colegio bonito y se sienten mucho mejor”.

 

La ruta hacia Seynimin

 

Los niños del pueblo Arhuaco Seynimin escribieron sobre telas blancas mensajes de agradecimiento a quienes se encargaron de construir su escuela, luego de que un incendio forestal en la Sierra Nevada en febrero de 2019 acabara con ella, con el comedor escolar, el puesto de salud y 50 viviendas del resguardo indígena.

 
Aula de la escuela Donachui destruida Restos de la Escuela Donachui después del incendio Escuela Donachui reconstruida

 

"La primera vez que pisé ese lugar estaba muy desolado, todo lo había destrozado el incendio y los niños tenían que tomar clases al aire libre", cuenta Marcella de la que sería una de sus mejores experiencias como supervisora de obra.

 

Al pueblo Seynimin se llega caminando o en burro. Unos 30 kilómetros separan el resguardo del cabildo Arhuaco, 5 horas subiendo la Sierra Nevada en un recorrido cargado de emociones. Para entrar en territorio sagrado tuvo que bañarse con hierbas aromáticas para protegerse del Covid, y con agua pura del río Guatapurí para alejar la maldad.

 

Ruta del cabildo Arhuaco al resguardo indígena Subir al cerro tarda unas cinco horas en burro Recorrido en burro para llegar al resguardo indígena

 

 

"Sobre un pedazo de madera quemada dejamos los malos pensamientos y Moisés, el cabildo urbano a cargo de nuestra visita, nos dio una mezcla de jengibre y licor de naranja para que nos mantuviéramos fuertes". Aunque a ella, la fuerza no le faltaba.

 

En esa primera visita, Marcella y su grupo hicieron lo de siempre; en los informes consignaron uno a uno los mejoramientos que debían realizar: pañetes en muros, cocina y biblioteca y reposición de un aula y la batería sanitaria, quemados en su totalidad por las llamas, y como los indígenas solo permiten el ingreso de materiales orgánicos, una lista que incluía palma agria y varitas de bahareque y barro.

Indígenas trabajan en la reconstrucción de la escuela

 

Aula reconstruida

 

 

Para la adecuación de infraestructuras indígenas es común que la comunidad participe en los trabajos. Doce indígenas del pueblo Seynimin, con el apoyo y la supervisión constante de Findeter, levantaron la sede educativa en un mes. Los materiales llegaron del único modo que se podía, también en burro.

 

En marzo de 2021, la comunidad entera celebraba la inauguración de la Escuela Indígena Donachui, en la que actualmente toman clase unos 30 niños. “Nuestro trabajo es un compromiso de vida constante, no sufro de penas ni de temores a la hora viajar e iniciar un proyecto, y el compromiso va hasta el final, cuando veo a los niños disfrutando de su colegio”, concluye Marcella, una de las más jóvenes del grupo de supervisores.

 

Comunidad en el resguardo Seynimin Niños del pueblo Seyminin

 

El programa de mejoramientos de infraestructura educativa beneficia además a negritudes, afrodescendientes, raizales y palenqueros; desde el 2018 Findeter ha llegado a 24 departamentos y 85 municipios de Colombia para estructurar y ejecutar las obras. En cada uno de estos lugares, hombres y mujeres como Marcella dejan en alto el nombre de la entidad.

 

Escuela Donachui construida

 

Siempre habrá un niño en lo más alto del cerro y en lo más profundo de la selva que ha dejado su banquito de palo para sentarse en un salón. Camina por un colegio nuevo, su colegio; el lugar donde saben su nombre y a donde siempre podrá regresar. 

 

 

 

 

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